Adoraba la música, miento, era mucho más que eso, necesitaba la música.
El médico le recomendó que no tocara más el clarinete, tenía serios problemas en las vías respiratorias y le resultaba muy perjudicial para su salud.
Comenzó a tocar el violín. Lo tocaba muy bien. Tenía talento y la lógica facilidad que tienen los buenos músicos para hacerse con un instrumento nuevo y diferente, como si llevara tocándolo desde que nació. Pero él lo sabía, tenía que sacar una familia adelante, dos hijos pequeños y su talento estaba en el clarinete.
Una mala siesta después de un concierto, se lo llevó con 49 años por una infección pulmonar. Seguía tocando el clarinete. Era un currante, pero sobre todo un músico. Con mayúsculas.
El médico le recomendó que no tocara más el clarinete, tenía serios problemas en las vías respiratorias y le resultaba muy perjudicial para su salud.
Comenzó a tocar el violín. Lo tocaba muy bien. Tenía talento y la lógica facilidad que tienen los buenos músicos para hacerse con un instrumento nuevo y diferente, como si llevara tocándolo desde que nació. Pero él lo sabía, tenía que sacar una familia adelante, dos hijos pequeños y su talento estaba en el clarinete.
Una mala siesta después de un concierto, se lo llevó con 49 años por una infección pulmonar. Seguía tocando el clarinete. Era un currante, pero sobre todo un músico. Con mayúsculas.
No hay que hacer muchos números, para darse cuenta de que no tuve el placer de conocerle, de tocar con él, de acompañar su música con mi piano. Me habría encantado formar nuestro propio club de jazz en el salón de mi casa o la suya e interpretar Summertime, tema que aún sigue sorprendiéndome como si lo escuchara por vez primera, Just one of those things de Nat King Cole, y terminar con cualquiera de Miles Davis It never entered my mind, por ejemplo.
Mi padre me habló mucho de él y si no yo le preguntaba. Sabía que era una de esas personas con las que habría tenido una relación más que especial, un feeling absoluto como una nota rápida y sincopada en una partitura de jazz.
Cuando ingresaron a mi abuelo, mi madre le atendió en el hospital donde trabajaba de enfermera. Era una cría, pero lo recuerda perfectamente, recuerda a un hombre muy simpático, gracioso, lleno de vida y siempre sonriente y con una palabra o comentario amable. Ella por aquel entonces, no conocía aún al que sería el hombre de su vida: mi padre. Para que digan que la realidad no supera la ficción.
Eso sí, no saben la de noches que cierro los ojos y me transporto a mis surrealistas y reales mundos paralelos, ésos donde hemos tocado los tres juntos In the mood y miles de temas de Glen Miller mano a mano y no vean qué bien suenan.
Música maestros…
Un beso,