sábado, agosto 09, 2008

El VESTIDO ROJO

Un día se compró un vestido rojo. Era de invierno, de manga larga y cuello cerrado, pero ajustado. Sin saberlo ya nada volvería a ser igual. La infancia e inocencia se apretujaron en la tela, dando paso a otras muchas sensaciones. Entre ellas la de que algo no le cuadraba en lo que veía alrededor. Ese vestido fue lo que a Batman su látex con forma de orejas picudas, o el primer traje casero de Peter Parker.
Escribía pertrechada y escondida tras el vestido de lana fina de la que no pica. Y repartía “forward manuales”, que era lo que entonces se llevaba entre las aulas. Una vez pasados a máquina no tenía por qué confesar que eran suyos. Se mimetizaban entre otros que circulaban entre las manos femeninas y acababan presidiendo con rotulador negro los separadores llenos de fotos de las carpetas. Más de una vez le llegó uno suyo algo cambiado. No decía nada, sonreía y lo copiaba como una más en su propia carpeta. Escritos de amor, de desamor, de millones de hormonas adolescentes desatadas.

Él era un crío, como ella. Pero desde el primer momento pudo apreciar que tenía algo diferente a los otros que pisaban los bares a esas horas, más que ridículas, en las que los llenaban. Poco después supo que él observaba todo a través de un objetivo de una cámara de fotos de la que no se separaba. Una cámara a la que miraba como sólo se mira a los amantes eternos. Era obvio que en algún momento tenían que chocarse.
Luego las caras de terror de las monjas, la envidia de compañeras al ver a ese chico con aire de siniestro, siempre sonriente, esperándola a ella en la puerta del colegio de pago.
Esa primera historia se diluyó siendo todavía una niñata y los recuerdos se difuminan, pero le enseñó algo. Todo aquel que decide dedicar su vida a cualquier expresión artística, tiene que sufrir tantos altibajos emocionales y existenciales, que no siempre es fácil llegar a buen puerto. Durante años intentó ser otra. Llevar una existencia normal, que le sentaba como unos calcetines diez tallas más pequeños. Asumió que no era posible seguir esa pantomima. Y también asumió que hay que estar loco para hacerlo, para lanzarse a la ardua e inexistente carrera de construir algo intangible, que ni tan siquiera existe, ni puedes coger entre las manos. Loco no en el sentido metafórico, sino literal de la palabra. Y se arriesgó a adentrarse en su propia locura.
A veces me preguntan cómo llevan a mi alrededor que escriba: Es complicado. Suelo contestar, sin dar más explicaciones.
El que trabaja con la mente, no nos engañemos, no la desarrolla más que otros. Simplemente le da la vuelta del revés. La introspección que se llega a alcanzar en momentos puntuales, le lleva a uno a comprender a genios como Van Gogh, Sylvia Plath o V. Wolf, sin por ello aceptar la decisión o el estado al que llevaron sus mentes y sus vidas. El paroxismo en sus más altas cotas.
No es fácil vivir intentando desarrollar mundos internos, galaxias de calles, vidas, universos inventados y tener que responder al teléfono, o convivir con alguien en momentos que no soportas ni tan siquiera que respiren cerca de ti.
Hace poco me preguntaron qué aportaba yo a la literatura. Contesté que aportar algo concreto en cualquier expresión artística es imposible. No se salvan vidas, ni se arreglan tuberías. Pero cuando leo me transporto a lugares increíbles, aunque no tenga ni un euro para viajar, lloro, me río aunque sea el peor día de la semana y recorro otras épocas, que no he tenido el placer de poder vivir. Si a algún lector le provoco en algún momento una sola de esas sensaciones, me sentiría plenamente satisfecha. Hacer soñar a la gente, que cada vez lo hacemos menos. Ya ni dormidos…

A día de hoy, por si alguien se lo pregunta, él es director de cine y yo aún guardo por algún armario de mi casa paterna ese vestido rojo...

Que paséis unos buenos días, me marcho al mar. (No a la playa). Nos vemos a la vuelta.

lunes, agosto 04, 2008

DIANA KRALL el Jazz sigue vivo

Diana Krall demostró la otra noche en el concierto que ofreció en la Expo que el Jazz sigue vivo. En el sentido literal de la palabra. El Jazz cuenta con un handicap y es que a pesar de que hay grandes músicos deleitándonos los oídos, ocurre lo mismo que les sucede a los adoradores del cine clásico con los galanes de antes, es inevitable escuchar la consabida frase de: “Ya no son lo que eran”.
Lady Day, Duke, Bill Evans, Dizzy Gillespie, Sarah Vaughan… Y tantos otros grandes de la música se marcharon, y no sólo se fueron, sino que dejaron una estela difícil de igualar.


El lugar para el concierto no podía ser menos adecuado y no sólo por la acústica. Soy poco dada a esa extraña manía de conceder conciertos gratuitos para según qué tipo de música o artistas. No es un querer pagar por pagar. Es más simple, es la consabida actitud del ser humano ante algo gratis, sea un grupo que acaba de comenzar sus primeras galas, o un artista de fama mundial como es el caso. Lo mismo me da. La gente habla, se acerca a ver qué dan, se levanta si se aburre, grita y en resumen molesta. Es una de esas situaciones en las que se demuestra que el hombre es desagradecido y absurdo por naturaleza.
El cierzo golpeaba las teclas del piano, fuegos artificiales interrumpieron hasta por cuatro veces las vertiginosas manos de Diana y mucho movimiento eran el telón de fondo. Pero ahí es dónde se demuestra el talento. Es un directo y no hay mando a distancia que valga, o ventana que cerrar. Y ella pudo con todo y más. Acompañada de tres maravillosos músicos que tuvieron sus diversos momentos de lucimiento y gloria con unos solos impresionantes, y un piano con el que yo he soñado desde antes de nacer, consiguió con una elegancia natural llenar de jazz toda la Expo.
Tiene una voz entre melódica y rota y una elegancia y naturalidad innata. Una bella manera de tocar las notas sincopadas mientras canta, que obligó al Señor Cierzo a desistir en su objetivo de hacer volar las partituras. Y que nos limitáramos a ver cómo el pelo de la Diana se movía como si fuera un efecto preparado, y seguir el vaivén al ritmo rápido de sus manos, o lento y exquisito en las piezas más melódicas.
Creó un ambiente de magia que no rompieron ni uno sólo de los petardos, (ni los unos, ni los otros).

Diana Krall, de alguna manera, no sé bien cómo, me gustaría darte las gracias por otorgarnos la tranquilidad, al menos en mí caso, de saber que no sólo puedo escuchar a una diva, a una voz negra pintada de rubia y tan blanca como el mármol en el salón de mi casa encerrada en un círculo negro de vinilo que no para de girar. Que el jazz sigue tan vivo como siempre.

viernes, agosto 01, 2008

NARRATIVAS...


Carlos Manzano es escritor, fotógrafo, sociólogo vocacional, entre otras facetas… Muchos de vosotros lo conocéis por ser el editor de la
Ese maravilloso lugar donde tantos hemos encontrado un hueco donde llegar a más voces, más gente, o incluso para empezar que no es poco. Donde se aúnan por igual inéditos que artistas reconocidos, con una clara intención, mantener viva la literatura. Que sean las letras las que hablen por sí mismas.
Carlos ha tenido el gran detalle por su parte de contar con Luisa Miñana la mujer del mechón de caramelo y que camina sin pisar ni una sola hormiga, Emilio Gil el rey de los buscadores con alma de escritor, Nerea la niña que se traga musas en verano, la escritora María Dubón y conmigo, para colaborar con él en su proyecto. Es para mí todo un honor. Intentaré hacerlo lo mejor posible.
Quería comentaros que Narrativas a pesar de tener el sol golpeando fuerte sobre la cabeza, está preparando el Número 11 para el mes de Septiembre. Os animo para que enviéis vuestras colaboraciones. Incluyo el texto para que tengáis más información al respecto. Y por supuesto, cualquier consulta que tengáis, no dudéis en preguntar.


Envío de colaboraciones:
La revista Narrativas versa sobre diversos aspectos de la narrativa contemporánea en español. Está estructurada en tres bloques: ensayo, relatos y reseñas literarias. En cualquiera de estos campos, toda colaboración es bien recibida. Las colaboraciones deberán enviarse por correo electrónico como archivo adjunto y en formato Word. En su momento, los órganos de selección de la revista decidirán sobre la publicación o no de los originales recibidos. No se fija ninguna extensión máxima ni mínima para las colaboraciones, aunque se valorará la concisión y el estilo. Se acusará recibo de cada envío y se informará de la aceptación o no del mismo. Los autores son siempre los titulares de la propiedad intelectual de cada texto; únicamente ceden a la revista Narrativas el derecho a publicar los textos en el número correspondiente.


Os dejo con unas letras que a pesar de no ser en castellano, son impresionantemente bellas, para que sirvan de inspiración en estos días de calor del gran Pavese:

C’è una racione perché sono tornato in questo paese, qui e non invece a Canelli, a Barbaresco o in Alba. Qui non ci sono nato, è quasi certo; dove son nato non lo so; non c’è da queste parti una casa né un pezzo di terra né delle ossa ch’io possa dire “Ecco cos’ero prima di nacere”.

Hay una razón por la cual he vuelto a este pueblo, y no a Canelli a Barbaresco o Alba. Aquí no he nacido, es cierto; dónde he nacido no lo sé; pero no tengo en esos lugares una casa o un trozo de tierra, ni huesos donde yo pueda afirmar “Aquí está lo que era antes de nacer”.
Cesare Pavese
La Luna e i falò